Hoy, como de costumbre, te escribo.
Esta vez no solo para mi, no solo para ti.
Te escribo por esas miles y miles de personas que en tu luz vieron esperanza, que en tus ojos vieron amor, que en tu andar vieron camino, que en tu accionar vieron ejemplo y compromiso, y que en ti vieron a un líder, a un padre, a un amigo, a un hermano de luchas, a un maestro. A un hombre valiente, entregado en cuerpo, mente, alma y corazón a su más profundo amor: su Patria Venezuela. Y sobre todo, a un hombre con una infinita Humanidad, soñador de un mundo más justo.
Te escribo por todos los que hoy, a once años de esa gris, amarga y despreciable tarde de marzo, aún te lloramos, aún te pensamos, aún te añoramos.
Siempre digo que este es un dolor que vale la pena, que a pesar de quemar por dentro, es a su vez bálsamo para el alma, es reconfortante porque su raíz es un amor tan enorme, tan puro, tan inigualable que no puedo, no podemos, sino sentirnos afortunados y orgullosos de haberlo sentido, de haberlo vivido.
Y es que estás. Siempre estás.
Te llevo en mi piel, en mis venas, en mi mirada, en mis manos, en mi sonrisa, en mi caminar, en mi sombra, en mi brillo, en mi voz, en mis sueños, en mis recuerdos, en mi risa, en mis lágrimas, en mi corazón.
Estás en el corazón de tu familia, en el corazón de tu pueblo.
No es suficiente, y repito, el dolor sigue quemando y quemando por dentro.
Es difícil ver camino cuando el que te llevaba de la mano por ese mismo camino físicamente ya no está. Y aunque sé que tu luz me acompaña, que tu amor me acompaña, daría lo que fuese porque pudieses ser tú, todo tú, quien me acompañara.
Por eso agradezco y atesoro cada recuerdo que tengo de ti. Cada palabra, cada historia, cada enseñanza, cada canción, cada juego, cada regaño, cada sonrisa, cada lágrima, cada abrazo…Como desearía poder sentir tu abrazo una vez más.
En una carta me escribiste: “el solo hecho de pensar en ti me levanta el espíritu, el ánimo, la voluntad. El solo hecho de conversar contigo me devuelve la fuerza”.
Yo desde hace once años no puedo conversar contigo, papá. Pero el hecho de pensarte, de leerte, de escucharte, de estudiarte, de soñarte, de recordarte, y sobre todo de recordar tu infinito amor, me devuelve la fuerza para continuar.
Las palabras no alcanzan para expresar lo mucho que te extraño. Pero te prometo que ese mismo dolor intento transformarlo día tras día en impulso. Impulso para la vida misma, impulso para ser mejor persona, para crecer y dar lo mejor de mi. Impulso para ayudar, para soñar y luchar por un mundo mejor. Impulso para seguir construyendo esa Patria Grande y Hermosa que tanto soñaste y por la que tanto luchaste: Nuestra amada Venezuela.
Gracias papá, gracias Comandante, por continuar siendo ese faro que nos ilumina el camino y que nos llena de fortaleza y valentía.
Gracias. Tu Rosi.
5 de marzo de 2024. Cuartel de la montaña 4F